La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.
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Buenas Nuevas

A veces, el tiempo intenta traerte las ruinas de otras ciudades. Intenta herirte, pero, sin darse cuenta, te reafirma, aún más, en las nuevas aventuras que has emprendido.
Dejar de ser un fantasma y ser una realidad que puede sentir y moverse, incluso patalear.
Sentirse cada músculo, sentirse palpitar, sentirse.

Planes

Sólo escapar al mar, a la montaña, caminar sin saber a dónde voy, sin querer saberlo.
Sólo disfrutar, soñar, sentir, saborear. Sin fechas, sin agenda, sin cadenas.

Desmontándome

Un corazón maltratado
entre la jauría de gente
que consume la vida.

Un mirada aparcada
por defeder ser corriente,
sin maldecir,
sin asumir
que en tu piel manoseada
algo huele a podrido.

Un cuerpo enjaulado
entre cuerpo decentes
que ensucian la avenida.

Te regalo ibuprofeno

Me dispongo a escribir tu nombre y los dedos se me entumecen. Un doloroso calambre recorre cada una de mis falanges. Los pinchazos son insoportables. Cuando quiero pronunciarte, la frustración es aún mayor. El área de broca y mi lengua se descoordinan. Los sonidos son expulsados por mi boca inconexamente. De repente no hay fonemas, sólo bloqueos que se acompañan de tanta tensión muscular que acabo padeciendo terribles celafeas.

No estamos muertos


Camínala, la vida.

No la dejes atrás.

Rómpete la camisa, ensúciate las manos.

Lo que necesites, pero no te salves, amigo.


Romero,

lavanda,

jazmín,

sándalo,

limón.


Algunos se salvaron,

mira que lo gritamos.

Ahora, algo cerca de ellos huele a podrido.



O.D. 0086/1998

Mil lunas, mil noches, mil anhelos.
Te echo de menos encolerizadamente.
Me dueles cotidianamente.
El cerebelo agazapado para no recordar.
Los tímpanos desaprendiendo a escuchar.
La boca malgastándose en cuerpos que no saben vibrar.
Las cuerdas vocales me estrangulan el alma a golpes de tangos y fados mal entonados.

El lóbulo
temporal
lleva
meses
reduciendo
su capacidad

Rasgos del amor maldito

Últimamente...
tantas promesas vacías
tantos besos furtivos
tantos abrazos fríos.

Enfrentarme al deseo con las espadas de barro,
que ni hieren ni rasgan.
Malgasto la rabia y afixio la esperanza.

Querido, estimado y sobrevalorado pasado:

Los vasos con el olvido están dispuestos en la mesa. Te invito a beber para que mi ausencia no entorpezca tu estío ni arañe tu alma en las noches mudas que ahora te sirven.
Los sueños cambian e, incluso, algunos los borráis del presente. Es más cómodo no escuchar al deseo que comer todos los días con la frustración sentada al otro lado de la mesa. Las rendiciones no repiten, los fracasos normalmente provocan acidez.
Antes, tenías un enorme bote de bicarbonato en la estantería de tu baño. Frecuentemente recurrías a él. No estabas sano pero, al menos, no nadabas plácidamente en la ignorancia. Cada sorbo de aquel agua intoxicada era un paso más para no salvarse y estrujarse la lucha por el alma.
Tu actitud es respetable e incluso normal (ya conocemos las connotaciones de esta palabra).
Un futuro anodino y disfrazado de mediocridad, a ti te compensa, a mí no me conviene.