La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Con un arma en la sien

Tengo que aprender a olvidar el dolor que tus silencios produjeron en mi cuerpo.
Tengo que aprender a olvidar el dolor que tus mentiras causaron en mi piel.
Tengo que aprender a olvidar el dolor que la soledad impuso en mi corazón, roto y congelado.
Porque el dolor, si no lo machacho, me distancia. Los metros cada vez se hacen más fuertes y tampoco tú tienes el valor para caminar hacia mí, abrazarme fuerte y dotarme de la seguridad que tu egoísmo me robó.
Tengo que aprender a olvidar, pero ¿merece la pena olvidar?, ¿hay que olvidar?. Quizás ese dolor sirva para hacerme más fuerte y vislumbrar lo que realmente es importante en mi vida y lo que únicamente sirve para frenarme, ponerme zancadillas y arruinar mis sueños.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Doloroso es el tiempo que entre las dudas pasa.