La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Defendiendo la alegría

Me cuesta leer, quizás debería decir que se me hace complicado encontrar libros que me atrapen. Por lo general si el libro no me convierte en insomne, lo dejo a la mitad sin ningún pudor. No comtemplo la lectura como imperativo.
Benedetti me reconcilió infinitas veces con la lectura, con la lectura, con el amor y con la vida en general.
Primero fue la poesía, allá con mis 13 años, en plena adolescencia. Leía sus versos y luego intentaba escribir. Pero nada me valía porque en mis estrofas no aparecía ni un ápice de su genialidad. Todo iba a la basura. Recuerdo un aniversario de mis padres (creo que el 18º) en donde les regalé "Inventario Uno", para que se lo leyeran el uno al otro antes de dormir.
Luego vino la prosa, libros con los que he vibrado siempre: Primevera con una esquina rota, La borra del café, Geografías, Gracias por el fuego, La soledad de Babel, El cumpleaños de Juan Ángel, Andamios y por supuesto La tregua.
¡Cuánto me enseñó este hombre! ¡Lo que me he ahorrado en psicólogos leyéndole a él!
Se fue, pero no podemos ponernos tristes, él no lo querría.

No hay comentarios: