La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Ángel González y sus palabras andantes

El otro día mi tutor de prácticas del instituto me pidió que leyera este poema de Ángel González, dado su fallecimiento. Me puse muy nerviosa, leer un poema no es una tarea sencilla. Además, mi admiración hacia Ángel González es bien sabida por todos por lo que quería que esos alumnos de 16 años escucharan por unos minutos la belleza de estas palabras y comprendieran lo que quería trasmitir. Quizás, yo hubiera escogido otro poema para estos alumnos, pero todos son especiales y únicos.


INVENTARIO DE LUGARES PROPICIOS AL AMOR

Son pocos.
La primavera está muy prestigiada, pero
es mejor el verano.
Y también esas grietas que el otoño
forma al interceder con los domingos
en algunas ciudades
ya de por sí amarillas como plátanos.
El invierno elimina muchos sitios:
quicios de puertas orientadas al norte,
orillas de los ríos,
bancos públicos.
Los contrafuertes exteriores
de las viejas iglesias
dejan a veces huecos
utilizables aunque caiga nieve.
Pero desengañémonos: las bajas
temperaturas y los vientos húmedos
lo dificultan todo.
Las ordenanzas, además, proscriben
la caricia ( con exenciones
para determinadas zonas epidérmicas
-sin interés alguno-
en niños, perros y otros animales)
y el «no tocar, peligro de ignominia»
puede leerse en miles de miradas.
¿Adónde huir, entonces?
Por todas partes ojos bizcos,
córneas torturadas,
implacables pupilas,
retinas reticentes,
vigilan, desconfían, amenazan.
Queda quizá el recurso de andar solo,
de vaciar el alma de ternura
y llenarla de hastío e indiferencia,
en este tiempo hostil, propicio al odio.

1 comentario:

vafalungo dijo...

Otro de los Grandes, sin duda. Ojalá estos alumnos tuyos descubran la belleza que pueden lograr las palabras y el mar de sentimientos que son capaces de transmitir.
Un abrazo