La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Por escribir

Pausadamente las estaciones van borrándose y las horas muertas alejan sus huellas de mi anatomía. Es el paso del tiempo, el constante latido de la vida y su ejercicio de la desmemoria.
Un ejambre de abejas devora, sin vergüenza y con ambición, las menerar en que te quisieron otros, que tenías registradas en tu pecho. Has pasado lista, sólo permanece una, sólo permaneces viva.
Día a día, en efecto, has quedado inmóvil viendo deshacerse las madejas del recuerdo. Y ahora, en medio de esta ciudad carnívora y salvaje, no recuerdas ni tu nombre.

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