La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Para el amor nunca hay retraso

La neblina se interpuso entre tus ojos y mis palabras. No alcanzabas a ver lo que te decía. Subido en ese autobús, camino hacia tierras extrañas y frías.
Mientras habíamos compartido el último café, nos enzarzamos en una insulsa discusión. ¡Cuántas de las nuestras fueron incomprensiblemente anodinas pero increiblemente farragosas! El enfrentamiento había subido de tono, había llegado al nivel en el que tus bromas ya no me provocaban la sonrisa y mis besos ya no calmaban tu boca. Y en los últimos segundos de los que dispusimos para darnos la tregua que nuestros cuerpos necesitaban, el orgullo reinó y se impuso el silencio.
Desde aquella ventanilla, intentaste encontrar en mis labios una oración que te llevase de nuevo a mi vida. Pero no acertaste a descifrar el mensaje secreto, percibiste la primera nota correctamentemente, lo demás fue una melodía desafinada: te odio.
Nunca más recibí noticias tuyas, nunca más saber de esa persona con la que había compartido los cuatro inviernos más dichosos de mi vida. Nunca más una palabra susurrada de tu boca a mi oído. Desapareciste en esa ciudad que te esperaba con los proyectos a punto de caramelo.
Y yo, aquella lejana tarde sólo dije te amo.
Hoy, he creído verte. Estaba vez la que sentaba su cansancio en un autobús era yo. Ha pasado la primera parada desde el avistamiento y no he hecho nada, mejor dicho no sabía que hacer. En la segunda me he lanzado a la calle. He echado a correr, hasta alcanzar la silueta de ese viejo desconocido. Y el destino ha hecho posible que esas dos palabras fueran de nuevo nuestras: te amo, he dicho... y me has besado, como quien regresa de la más dura de las batallas a su hogar, porque no residimos en edificios sino en cuerpos que nos acogen temporalmente. Aunque, a veces, las temporadas se encadenan y son infinitas.
Ahora, te observo desde el baúl que uso como mesa de trabajo. Tus rasgos han cambiado. Un lustro deja huella en cualquier rostro, pero sigo reconociendo mi impronta en muchos de tus gestos y mi boca sigue deseando tus besos.
Te amo, repito mientras tu respiración me confirma que sigues vivo.
Te amo, repito mientras me dejo descansar en tus brazos.
Dedicado

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