La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Logopeda

Siguiendo los consejos de un anónimo, voy a seguir comentando esas curiosidades que tiene mi trabajo.
Los niños a los que les voy mostrando los textos de mitología, cada día muestran más interés. Una de las niñas con la que leí la historia de Perseo (la que decía que eso no le interesaba) hoy estaba decepcionada porque tocaba matemáticas. Hoy deseaba que le siguiera contando cosas, dice estar alucinada de que no sólo va a poder aprender cosas en el colegio. Hoy ha estado muy graciosa, tenía muchas preguntas que hacerme e incluso se ha estado informando sobre cosas de las que leyó. Ha sido una gran sesión.
Las historias mitológicas son unos textos con múltiples usos en logopedia. No sólo se trabaja, como es obvio, la velocidad lectora y la comprensión, sino que cada uno de los nombres de dioses y mortales, sirven como pseudopalabras, dada la baja frecuencia de uso de esos sustantivos. De esa forma se consigue desactivar la ruta de lectura global que es una de las principales dificultades que presentan mis pacientes. No logran desactivarla en función de las exigencias del texto.
El problema de la mitología es que se acaba, llega un momento en que no hay más historias adaptadas. Pero ya tengo nueva temática: las civilizaciones precolombinas. Ahora que como me toque explicar qué pasó con esas culturas y cómo les hicimos llegar a ese fin...me voy a ver en serias dificultades. De hecho, ya el otro día me tocó hablar de la inquisición (recordemos que casi todos mis pacientes pertenecen a familias creyentes y por mucho que yo sea atea no he de imponer mi forma de pensar, aunque sí he decir que espero dejar cierto poso para que mis niños y niñas en unos años comiencen a hacerme las preguntas oportunas).
Por otro lado, he llamado al colegio de uno de mis pacientes. Os comento antecedentes. Después de mucho insistir, por fin sus padres decidieron realizarle una evaluación psicológica. Ha sido diagnosticado de déficit de atención. Yo llevaba una "casi guerra" con su colegio. Es un niño que realiza múltiples progresos en sesión logopédica pero la generalización de los mismos a todos los contextos en lo que se desarrolla no la consigue. Sin ser psicóloga, presentaba pautas de comportamiento propias de este tipo de déficit. Según la psicóloga del centro, yo estaba muy equivocada, ese niño no quería trabajar. Yo apostaba por que no podía. Cierto es que es un niño inmaduro y se encuentra poco motivado en el entorno escolar, pero eso no implicaba que fuera un gandul. Después de que se haya confirmado esa dificultad, tanto por parte de una psicóloga como de un neurólogo, he querido ponerme en contacto con el colegio para coordinarnos y saber qué tipos de apoyos iban a ofrecerle en el aula. Pues me podía haber ahorrado la llamada. En resumen, en su opinión lo que hay que hacer es sacarle del colegio. Tristemente, me suelo encontrar con este tipo de soluciones.
El TDAH es una de mis grandes limitaciones. Yo tampoco sé muy bien como enfocar el tratamiento de mis pacientes. Aunque mi labor no sea mejorar las capacidades atencionales de mis niños y niñas, para que mi tratamiento se desarrolle adecuadamente, es necesario que controlen y mantengan su atención. No suelo encontrarme con despistados y despistadas constantemente. He de decir que mis niños y mis niñas (hablo ahora de los que tiene déficit de atención) no parecen tener dificultad alguna durante la sesión. No es mérito mío, sino que sencillamente es más sencillo controlarle y motivarle en sesión individual.
Aunque a veces lo de la motivación sí que me deja preocupada. Hoy uno de ellos me decía: Rebeca, ¿No puedes darle unas clases de matemáticas a mi profesora? Yo le he respondido que su profesora es mejor que yo enseñando matemáticas que yo sólo ayudo con el cálculo y la resolución de problemas . Él me ha contestado que aunque no sea profesora aprende más conmigo que en el colegio. ¡Y yo he engordado 20 kilos de felicidad!
Contaría más cosas de mi trabajo pero otro día que hoy ya estoy cansada de divagar. Aunque, no me quiero ir sin dejar claro que me encanta mi trabajo, todos los días es diferente, me tengo que replantear cuestiones de mis tratamientos y disfruto muchísimo y aún aprendo más.
El jueves, por cierto, empiezo las prácticas del C.A.P.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡Hoy me ha encantado, he aprendido e incluso admiro y entiendo lo que haces!!
La felicidad te sienta muy bien.

la punta de mi lengua dijo...

¡Gracias!