Y dentro de un tiempo no seremos más que muñecos de nieve, el uno para el otro, que el calor de nuevos amores derretirán. No sabrás ni pronunciar mi nombre, quizás me llames Raquel. No acudirá mi imagen a removerte las sábanas.
Imagíname mirando la misma luna que observas ahora. Imagíname porque mañana cuando tú la comptemples yo le estaré dando la espalda.
Para esos lectores que se quejan de que tanto hable de él, he de decir en mi defensa que esto no va para él ni nada por el estilo.
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