El viento nos dejó desnudos, salvajemente desnudos,
el uno frente al otro.
Vimos nuestros defectos,
los muslos mal definidos y el vientre algo hundido.
Acariciamos nuestras cicatrices,
aquel lunar cancerígeno combatido hace tiempo.
Y nos amamos sin admitir devoluciones,
remendando las arrugas
que ya surcan nuestra piel.
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