La intimidad me hace mostrarme ante ti desnuda y dejar que conozcas mis heridas, mis derrotas, mis cicatrices, mis regalos, las batallas que jugué y gané y el futuro que construyo con las manos.
La intimidad me desviste y provoca, también, que te bese apasionadamente y con dulzura, que te abrace en el hastío y me deje abrazar atemorizada y que, de noche, podamos desgastar sábanas y desencadenar amaneceres.
Una intimidad bien conquistada y bien armada.
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