La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

lecciones

Sepan ustedes que tropecé, me hice algún rasguño, me torcí la muñeca e, incluso, durante algunas jornadas me costó caminar.
Sepan ustedes que me levanté, alcé la mirada, erguí la cabeza y luché con todas mis fuerzas, apretando los dientes porque, en ocasiones, dolía el cuerpo.
Sepan ustedes que he aprendido quién tiene que estar, quién me calma con sus abrazos, quién me sobra y quién me busca para sólo sacarme algo. A los primeros, los quiero y a los otros los voy sacando de mi lado a patadas porque no me queda sangre para alimentar a otros, sólo para dar vida a mi propia vida.

No hay comentarios: