La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Entendiendo

En otros tiempos, lejanos, casi insípidos,
gasté carmín de un color que no me favorecía,
vestí horrendos vestidos que me quedaban grandes o estrechos,
me puse colonias empalagosas y teñí mi cabello y se estropeó.
Todo para gustar y nadie cayó en la cuenta de ello.
Hoy me lavo la cara todas las mañanas y me basta para que me sonrían,
uso mis pantalones (cómodos y sencillos), bueno, a veces, gasto su pijama.
La colonia con la que me perfumo huele a mí y el pelo lo llevo como me da la gana.
Gusto sin artificios, sin remilgos, sin miedos adolescentes, sin vendas incrustadas.

¿Quieres seguir bailando conmigo?

1 comentario:

Anónimo dijo...

pero quien no va a querer seguir bailando contigo???