La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Ni los amores matan, aunque lo crean

De noche, mientras dormía (recordemos que duermo profundamente las pocas horas que puedo aprovechar), me pegaste una peluca a mi cabello. También me maquillaste, como siempre me reclamabas que lo hiciera: con grandes coloretes rosados, la línea del ojo bien definida, la sombra perfectamente extendida y los labios de un tono casi imperceptible. Luego me limaste las uñas y las pintaste una una, demostrando tener para ese tipo de tareas, esa paciencia que yo nunca he llegado a desarrollar.
Al despertarme, observé un café solo con un sobrecito de sacarina apoyado en la bandeja. A su lado, sólo una rebanada de pan tostado con una loncha de pechuga de pavo. No comprendía nada. Justo cuando me disponía a levantarme de la cama para ir a la cocina a por la leche entera y mi primer cigarro, apareciste en la habitación:
- Amor, tienes que hacer régimen. Estás tan ocupada por los asuntos del trabajo que te estás echando a perder. ¿No te das cuenta de que la ropa cada día te va sentando peor? No te pido que lo hagas po mí, sino por ti. No estás en una edad, como para dejarme escapar - ese fue tu discurso, claro, sincero, esperanzador.
- Cielo- proseguí yo- yo también he percibido que las cosas están cambiando. Estás tan centrado en tus quehaceres laborales que... ¿Cuánto tiempo llevas sin leer un libro? No te aconsejo que retomes los buenos hábitos por mí, que en cuanto acabe esta conversación voy a recoger mis cosas para irme de nuestra casa, sino por ti. Estás en una edad en la que te va a ser difícil que ligues por tu físico, así que más te vale que cultives la conversación.
A las tres horas, estaba en un bar de Malasaña con Alba, mi amiga peluquera. Antes, me había cortado el pelo traspara arreglarme el estropicio que me había tenido que hacer para despegarme la peluca.
- ¡Caray, si vas a tener que darle las gracias y todo, cómo te favorece el pelo tan corto! Dado que vamos a salir a tomar unas cervezas, yo que tú el maquillaje no me lo quitaba, nunca se sabe, quizás, hasta deberías calzarte unos tacones-bromeaba mi amiga en el baño de su casa, mientras yo me limpiaba la cara con jabón de lagarto.
Aquel día, Graciela me sacó unas fotos relinda, con todo el pelo corto de punta y la cara recién lavada. Aquella noche, celebré haberme librado de esa maldita condena que llevaba 5 años soportando, exactamente los mismos que llevabas arrastrando esa extraña enfermedad.
Tú, cuando las viste en mi blog, incluso me enviaste un mensaje para pedirme una copia de la foto y una reconciliación. Volviste a usar la táctica de la "pena" para buscarme y reclamarme sacrificios y cuidados. Pero, nuestra ruptura no tenía que ver con mi egoismo, del que nunca hice uso estando contigo, sólo estaba relacionada con recuperar mi dignidad. Recuerdo que tres meses después, hasta me llamo tu madre, primero para preguntar tiernamente cómo me iba, después para increparme con insultos y exigencias.
Cumplí lo que le había prometido a tu madre, el piso te lo quedabas tú, tampoco me urgía que me dieras mi parte proporcional en metálico.
Esta mañana me han llamado del notario, me han citado para personarme mañana en la oficina que tienen en la calle Alcalá 242. Me han notificado tu defunción. Inesperadamente, menos lo que le corresponde legalmente a tu madre, lo demás me lo has dejado a mí.

4 comentarios:

Itzara dijo...

eii,que le ha pasado a tu blog? tocaba renovarse?, pues espero que vaya bien con el cambio..yo seguiré igual,visitandote,leyendote y emocionandome..Un abrazo renovado.

la punta de mi lengua dijo...

¡Renovarse o morir que dicen por ahí! Es broma, sólo que me estaba aburriendo ya de esos dichosos puntitos de colores.
Un abrazo.

vafalungo dijo...

Puede que hayas cambiado el fondo, pero tus palabras andantes siguen tan certeras y deliciosas como siempre.
Un abrazo!

la punta de mi lengua dijo...

¡Gracias, qué facilidad la mía para sonrojarme!