Las manos regaditas de sentimientos
para rozarte y en tu cuerpo componer un poema.
Lenguas de trapo y noches efímeras,
noches, al menos,
que perduran en la retina del tiempo acusado por tu sonrisa.
Vida eterna para el arte de escurrirte en mis rincores,
donde sólo alcanzas con la punta de tu lengua.
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