La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Límites difusos: amor y desacuerdos

Labios de tormenta
con sabor a sal
para padecer sed.
Sed de ti,
de noches de zozobra,
de amaneceres escatológicos.
La celda de la complicidad,
los ojos cerrados
y mi corazón desgranado
en el embozo de tu cama.

Malgastarme la boca besándote,
caminando por el extásis
de palparte y no verte.

El amor justo estallando en la cerradura
de los cuerpos.

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