Loco, loco soñador de anocheceres grises y acalorados.
A veces no hay más prenda que sus pendientes.
Un beso y desaparece la última pista de pudor.
Llega la hora de provocar maremotos
y el viento con toda su fuerza os convoca a ese baile.
Danza eterna,
de manchas
para la ética patética del conservador caballero
que no quiere hacer desaparecer su sombrero.
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