La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Variadito

Me dispongo a leer un texto sobre mitología con una de mis niñas.
No tiene ni idea de qué implica la cultura clásica para los tiempos que ella está viviendo y lo peor, me dice "que ni le interesa, que a esos no los va a conocer".

Cuando acaba de leer el texto, tiene mil preguntas que hacerme, está alucinada con lo que ha leído. Ha comprendido el texto y reclama otro para el siguiente día que nos vemos.

Esto me está sucediendo como varios de mis pacientes, comienzan a leer desganados pero conforme avanza el texto les parece más increible lo que están leyendo.

No sólo están adquiriendo conocimientos, sino que se plantean preguntan morales importantes. ¡Puede ser que algo esté empezando a crecer en su interior!

Sin querer hay días que me veo explicando la colonización de América... sé que no me corresponde pero cuando alguien se hace una pregunta más allá de lo reglado.

No me alarma la falta de conocimientos de estos niños de primaria sino la falta de curiosidad, de interés y motivación.

Mi prima de 12 años, el viernes me decía: "Si mi profesora no tiene ningún interés al explicarme las cosas, por qué he de tenerlos yo por escuchar lo que me está contando". Este tipo de afirmaciones, deberían obligarnos a reflexionar.

Dale al niño o a la niña, estímulos para que ellos se pregunten. La educación debería servir para que nos hagamos las preguntas oportunas, no limitarse a dar las respuestas que nos conviene.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Este tipo de reflexiones me parecen mucho mas acertadas que los vaivenes del amor. Acertados, interesantes, inteligentes... de vez en cuando muestras que tienes mas vida que ÉL, sea quien sea, imaginario o real. Tanto amor y desamor cansa al fiel lector, que con el tiempo deja de ser fiel

la punta de mi lengua dijo...

¡Cuánta razón tienes! Sea quien seas, intentaré seguir tus consejos.