La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Momentos que merecen la pena: Boda de C. y A.

Era su día y lo hicieron especial. Primero nos encontramos con C. quien lucía una sonrisa que irradiaba felicidad, de esas con las que el corazón casi rebosa. Luego pasamos a la iglesia, expectantes ante la inminente llegada de la novia A  y... apareció y toda la preciosa luz de ese día se concentró en su persona. El vestido era perfecto, ese trabajo materno lleno de cariño y dedicación no podía haber tenido mejor resultado.
Comenzó la ceremonia, todo se iba sucediendo armoniosamente, nada sobraba y era imposible no sentirme completamente maravillado (y el que no lo hiciera es que no tiene corazón): el coro,  el acompañamiento musical,  las ofrendas, las peticiones, etc. Con cada detalle era un pellizco al corazón.
Acabada la ceremonia,  nos trasladamos al restaurante y si alguien pensaba que estos chicos nos iban a dar descanso, estaba muy equivocado,  aún nos quedaban sorpresas por saborear y momentos mágicos de los que ser testigos. Mi retina captó unos cuantos: miradas cómplices entre nuestros protagonistas, expresión de orgullo en las caras de los progenitores,  diversión de los invitados y ... otros que dormirán conmigo.
No sólo fue una boda llena de emotividad sino que la creatividad estaba añadida en su punto exacto (probetas para el arroz, información de las mesas, decoración de las mismas, la riquísima comida, etc.)
En resumen, su boda fue como ellos: tierna, sencilla a la par que imaginativa, muy divertida y emocionante.
Esta relación que tanto ha crecido desde julio del 2004 tiene garantía de amor eterno porque ellos de amor, tesón, buen humor y comprensión van sobrados.
¡Vivan los novios!

No hay comentarios: