Falta poco para que me
regales el primer beso, lo sé, lo siento. Esa mano que se relaja en mi muslo me
señala el camino y el brillo de tus ojos empieza a provocar mi sonrisa.
Tu mirada hace tiempo que
me indica que quieres probar el perfil dilatado de mis labios, el sabor de mi
cadera y el dulzor de mis pechos.
No obstante, tu timidez
nos va a hacer esperar algunas semanas más.
¡Qué tensión para mi
cuerpo, que lo está deseando!
¿Y si disparo yo primera?
Quizás sería demasiado osado pero no creo que pueda aguantar cuatro semanas más
sin dejarme caer por la orilla de tu cama. El deseo se ha hecho presente y es complicado
esconderlo entre aperitivos y cañas porque quiere saltar, sin miedo y sin
pudor, quiere colocarse en el centro de la mesa para que tú y yo dejemos de
ocultar y nos mostremos sin tapujos, sin ropa y con el sol alumbrándonos por
las mañanas.
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