La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Reflexiones inadecuadas e incómodas

Ves una foto y de repente la cabeza se llena de pensamientos con los que te cuestionas los últimos años de tu vida. ¿Salgo ganando o perdiendo? Sinceramente no lo sé, no siempre existe una respuesta instantánea y adecuada para esa pregunta.

Observo una foto y me paro en mi sonrisa, era diferente, quizás más sincera, quizás con menos miedos. Tal vez me había llevado menos decepciones y, quieras o no quieras, las decepciones tiran de las comisuras de los labios hacia abajo, hacia muy abajo.

Luego, uno se detiene en la mirada. Los momentos amargos han enturbiado mis ojos y ya no siempre son capaces de vislumbrar mis sueños pero... ¿Por qué hubo un tiempo en que me creía capaz de alcanzarlos, de afrontarlos y de superarlo todo? Segumente, la juventud, vamos la inocencia. Luego ya llega el tiempo y unos cuantos golpes que te restan tantas fuerzas y energía que te conformas con respirar cada día y llegar a casa sin haberte tirado por un puente.

1 comentario:

Rafael García Librán dijo...

Siento discrepar. La verdad, el conocimiento: las decepciones. No tiran la sonrisa hacia abajo. Ayudan a mantenerla cuando las cosas se vuelven a poner jodidas. Es ahí cuando tiras de experiencia y dices:
1) Esto ya me ha pasado, o me lo imaginaba
2) A ver como salgo de esta ahora.

Y no te hundes.

Los sueños... bueno, sabes que siempre he sido de creer en pocas cosas. Pero creo que es injusto no fijarse en todo lo que haces cada día, "pequeño" a tu alrededor. Cambiar el mundo es una utopía. Cambiar tu entorno, mejorarlo. Es ser muy consciente y comprometido.

Para mi equipo de fútbol sólo quiero convencidos. Y tú, estarías en la media punta.