La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Lentes subjetivas

Soñé que te perdía, que me decías adiós porque ya no encontrábamos salida a esa situacíón que nos obligaba a mirarnos con rencor.
Me despertaba sobresaltaba y cada vez que conciliaba el sueño aparecía el mismo pensamiento.
Veía como tus labios pronunciaban esa maldita frase que me obligaba a olvidar tus besos y nuestros proyectos. Era tiempo para romper ese folio donde escribí todas las cosas que desearía hacer en la vida contigo, donde ponía "hacerme viejita a tu lado" en letras mayúsculas y subrayado.
Me desperté esa misma mañana y estabas dormido, dulcemente dormido. Con tu cara casi rozando mi mejillas y tu mano apoyada en mi muslo, esbozabas una sonrisa. Mientras intentaba salir de la cama silenciosamente, tú abriste los ojos. Fui a darle a la ducha para que se fuera calentando el agua. Estabas convencido de que ibas a ducharte conmigo. Pero antes de que pudieras pisar el suelo del baño, cerré la puerta.
Perdiste de vista mi cuerpo, mi desnudo y mis ojos, que rompieron a llorar.
A veces, uno tiene que dejar libre lo que más quiere, para quererle de verdad, para que roce la felicidad.

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