La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Morir

Indagué en tu piel para descubrir
las claves con las que adentrarme en tu cuerpo.
Choqué irremediablemente contra tu silencio
y ese misterio atormentado que ocultaba tus sueños.

Esta vez no puedes salvarme,
porque ya me rendí,
ya me deje morir, junto a tu almohada, entre tus sábanas.

Suicida desde el principio,
nunca ignoré la realidad que se clavaba
ni intenté placar el dolor que provocaba.
Preferí sufrir el calvario para morir.

No me beses, mis labios están fríos,
no sienten, no se mueven,
no puedes salvarme.

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