La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Todo depende

- Odiarme es menos complicado que amarme.- dijo ella la primera vez que compartieron una cerveza.
- Tendré que arriesgarme.- respondió él, mientras le anotaba su dirección en una servilleta.

Luego se escribieron en la piel, se narraron con miradas lindos sueños. Fueron calma en sus tormentas y luz en sus anocheceres.
Tacharon, juntos, muchos días del calendario.

- Eres un compañero muy valiente- le susurró ella un día, ya en la senectud.
- No, tú fuiste una mentirosa. Amarte ha sido sencillo y hermoso a la vez.- comentó él, mientras se acomodaba en la butaca de la habitación que compartían en la residencia.
- Entonces, eres un compañero muy inteligente-. concluyó ella, mientras reposaba su cabeza en el hombro de aquel niño disfrazado de anciano.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantaría estar hablando de ellos, dentro de muchos años, con mi mujer de la misma manera. Querrá decir que hemos llegado los dos juntos.

la punta de mi lengua dijo...

¡Brindo por ello!
Un abrazo.