La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Metáforas felinas. Metamorfosis humanas

Estuve mucho tiempo, sin darme cuenta de todo lo que perdía, sentaba sobre el tejado de tu casa. Estuve.
Estuve allí, sonriendo, esperando a que quizás al levantar la persiana, me saludaras. No lo hiciste. No me importo que nunca lo hiceras.
Estuve allí, ilusionada, deseando que, tal vez, en el momento en que fueras a tender, me miraras. No lo hiciste. No me importo que nunca lo hicieras.
Estuve allí, temblorosa, ansiando que mientras limpiabas los cristales, me tendieras la mano. No lo hiciste. No me importo que nunca lo hicieras.
Estuve allí, helada. Olvidé mis quehacer, arrojé mis sueños al fuego para intentar batirme en duelo con tus miedos.
Pero un día, tristemente, descubrí que tu miedo no existía. Yo lo equivoqué con tu indiferencia.
Arruinada, descendí de tu tejado. Ese día, escuché tu voz a lo lejos, me gritaste:
- No, espera. ¡Mi casa estaba muy linda con tu silueta allá arriba!
Yo no hice amagos ni de girar la cabeza. Había tomado una decisión.
Estuve. Ahora me pides que me vuelva a trepar hasta tu tejado. Prometes lanzarme besos, ponerme tele por cable y conexión wifi. Pero, afortunadamente, yo abandoné aquella costumbre que robé a los gatos. Hoy elijo estar tumbada en una placida cama.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

BRAVOOOO! sencillamente brillante, nena.
un besito

la punta de mi lengua dijo...

Gracias preciosa!Tú que tienes una linda cabecita para entenderlo.