La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Lascivia en la avaricia de ser imprudente e indecente


Las noches las paso degustando sabores increibles que precipitan por mis labios.

En la oscuridad, cuando tú duermes, abro los ojos y observo, sin pudor y con anhelo, las líneas que dibujan tu cuerpo.

El silencio y la distancia cual domadores que avivan el deseo.

Los besos marcados con los dientes,

La piel ajada,

la cintura manoseada

y la boca...

la boca desgastada.

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