La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Sensaciones con sabor a limón

No pensé que la vuelta a Madrid, al agobio, a las quejas, al asfalto, a las tristeza, me fuera a resultar tan dura. Siempre he confiado en mi capcidad de adaptación al medio y las circunstancias que me rodean. Sin embargo, esta mañana me encontré maldiciendo esta ciudad y a esos infelices que gritaban al autobusero por llevar veinte minutos esperando. Tanto me desilusioné ante esa situación (poco empática y muy desagradable) que me bajé y acabé el trayecto caminando.
Andar fue algo más atractivo, aunque mucho menos de lo que lo ha sido en el último mes. Aún me sonrío cuando recuerdo nuestras zapatillas hundidas en el barro y los calcetines rebozados en lodo. También ha sido inevitable traer a mi memoria los sonidos que me rodeaban en la selva, mientras acá sólo los pitidos atronaban mis oídos.
Se me hace extraño sentirme tan incómoda en una ciudad que siempre he adorado.
De como me siento en el trabajo, mejor ni lo menciono porque se deprimirían. Lo del curro me preocupa incluso más que lo anterior que me comentado, en especial, cuando siempre he amado mi profesión.
No sé, quizás sea sencillamente que necesito más tiempo. Unas semanas en las que todo me sea ajeno a mí, para luego empezar a digerir sin indigestarme con la realidad que me rodea.
Sé que todo pasará.
Y en el fondo, a pesar de lo extranjera que me siento, soy feliz. Inmensamente feliz.

2 comentarios:

Rafael García Librán dijo...

Decía este hombre de Apple que no recuerdo ahora el nombre "Cada mañana me miro en el espejo y pienso. Lo que voy a hacer hoy ¿Lo haría si fuera el último día de mi vida? Si la respuesta es que NO durante demasiados días seguidos, entonces sé que tengo que cambiar algo"

Puedes verlo demasiado agorero pero, en cualquier caso, es para reflexionar. Quizá sólo vas cumpliendo ciclos y quizá, el de educar "simplemente" (¿como si reeducar fuera simple! ¿Verdad?) se te vaya cerrando.

Al cerrar unas puertas se abren otras. Mucho ánimo con todo.

¡Ah! y Madrid, en agosto es genial por la tranquilidad. Todos notamos las vueltas en Septiembre.

Un beso

la punta de mi lengua dijo...

Gracias amigo por tus ánimos y por tu comprénsión. Cierto es que tengo muchas reflexiones que ir haciendo, quizás demasiadas y no sé ni por donde empezar. Sea como sea, me tengo que ir adaptando, de momento, a esta ciudad que intenta cuidarme.
Un abrazo.