La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Desde la mirada oblicua

Nos despedimos en el torno.
En la escalera mecánica iba a volverme
para mirarte y entonces recordé
algo que habías contado días atrás:

«El hombre y la mujer se despidieron
y él pensó:
“Si le gusto, se dará la vuelta”»
Ella se había girado.

En la escalera mecánica el recuerdo me hizo reír
y también tuve miedo:
no me giré.


recuerden: www.lamiradaoblicua.bitako.com

1 comentario:

Susana Peiró dijo...

Hay gestos muy elocuentes, tanto, que ni un centenar de palabras pueden emularlos.

Es una pena que resistieras el impulso y "censuraras" el momento.

Quizás la próxima vez....

Un abrazo!