La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

La memoria: como sobreponerse al apetito

No, creo que aunque me beses no vas a lograr descargarme de esta sensación plomiza que me ahoga el alma. Puedes acercarte, acariciarme la cara y revolotear alrededor de mi cuello, como ni antes no lo hubieras mordido, pero no por eso voy a sentirme mejor. Ahora regálame flores pero en su día me apuntaste con un arma. El miedo no pasará con una palmadita en la espalda.
Para la próxima vez que me acueste contigo, recuérdame que me tome una pastillita para las náuseas.

No hay comentarios: