Tiene que llegar un momento en que la coherencia arroje luz sobre los acontecimientos. Ahora, mayor que hace unos meses, miro hacia atrás y me gusto más. Soy más fiel a mis ideales, a mis principios y a mis sueños. Me cuido más, por resumirlo de algún modo. Me hace especial ilusión la sensación de infinita libertad que saboreo a cada paso que ejecuto.
No me arrepiento de lo vivido, la experiencia es un grado, comentan por las tabernas y yo estoy completamente de acuerdo. Esta vez no volvería a tropezar con la misma piedra, con esa piedra que tanto tropecé y tanto daño me hizo. Las piedras suelen ser personas, gente con la que coincides temporalmente y te sacan toda la sangre posible en ese tiempo, para dejarte débil y enferma. Para mi fortuna, ahora hay excelentes médicos y enfermeras que te ayudan a recuperar la fortaleza perdida.
Gracias a todos esos profesionales que estuvieron ahí, sacándome a bailar. Gracias a las niñas de lingüística por ser parte de mí en los buenos momentos y en los malos, por regalarme tantas sonrisas, tantos buenos ratos que no cabía ni uno de mis lamentos, pertenecéis a mi más querido presente. Gracias a Alejandra por imprimirme tanta vitalidad y por seguir aquí, a mi lado, después de tanto tiempo, es un placer para los sentidos cada uno de los instantes nuevos que compartimos. Gracias a Marta y Daniel, por ser en mi apreciada rutina dos pilares fundamentales y por enseñarme tantas y tantas cosas, no sólo en lo relacionado con lo laboral. Gracias a mi prima por esos momentos que juega conmigo, quizás ella no sepa lo importantes que son, pero para mí son un golpe de aire fresco que me llena los pulmones y me obliga a volar. Gracias a Alberto por escucharme y darme sabios consejos arriesgándose a sufrir algún arañazo o cornada de mi agrio carácter. Gracias a Ana por se la escucha activa constante, por ser el hada madrina que puede convertir el momento más insignificante en pura diversión. Gracias a Eloy, simplemente por estar, por estar de un modo inexplicable pero fundamental para mí. Gracias a Layla por cuidarme en la distancia, porque la distancia no es el olvido ni el fracaso. Gracias a Itzara, a Rossana, a Sil, a Ana Ortiz, a David, a Vafalungo, a Flaca, a la Moni, a Germán, a Juan Luis, a Susana, a Isuntza, a Beat, a Kat, a Fran y a tantos otros por no permitir que me abandonara.
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