Hace tiempo te vi correr bajo la lluvia, sin darle importancia al enorme resfriado que ibas a agarrar de seguir chapoteando sin paraguas.
Eras un luchador, sin dejar de pelear por aquello que creías justo y mejor. El sudor se mezclaba con tu cabello. A veces incluso notabas el cansancio, pero siempre lograbas sobreponerte.
No sólo caminabas con fuerza y elegancia, sino que empujabas a que otros te siguieran y desearan un amanecer menos gris.
El otro día te encontré triste y desolado. La razón era sorprendentemente un desengaño amoroso, no puede obrar en ti de ese modo, en ti no. Intenté sacarte a bailar para que tus piernas no se entumecieran y tu corazón volviera a bombear. Me dijiste que no te apetecía y que no te volvería a apetecer. Estuve varias horas peleándome por una de tus sonrisas pero ninguna sensación reconfortante te duraba demasiado tiempo.
A las 2 de la mañana, rompiste a llorar. Quizás el llanto te sane por dentro. ¡Qué impotencia la mía! Yo te decía que todos habíamos vivido esa honda agonía pero, tranquilo, al final se olvida, se pasa, se esconde, como quieras expresarlo. De hecho, tú estuviste ahí para apoyarme en mi naufragio.
Justo en ese momento gritaste que me odiabas, que todo era culpa mía, que yo te había invitado a soñar. Yo me rompí por dentro, bebí el último sorbo de cerveza, te di un beso en la mejilla y te dije hasta pronto.
No me rindo, pero prefiero no estar demasiado cerca para que no me puedas golpear. Aunque descuida, tampoco me voy demasiado lejos, puede ser que un día quieras volver a bailar y yo seguiré aquí con la música a cuestas.
1 comentario:
Cuando se produce esa sensación de vacio,de que algo se ha roto para siempre,tendemos a echarle la culpa a otro,como en un intento de sacar toda la rabia y pena que tenemos..es algo erroneo,pero es lo menos doloroso..pero siempre necesitamos a esa persona que nos saque a bailar cuando empezamos a tener fuerza de nuevo.Un besote.
Publicar un comentario