La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

De repente intensamente

Hoy me ha sorprendido
Una lluvia de hojas doradas camino del metro. Caían y caían sin parar y se acumulaban en mi boina y tropezaban con mi vestido.
Una niebla espumosa en Vicálvaro que parecía la leche que me echo en el café.
Una sonrisa de esa niña siempre dispuesta a escucharme.
Una inmensa nostalgia del verano del 2002: dos nombres, dos instantes, dos recuerdos, dos heridas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que imagen tan linda...



besos