La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Crónica de un Homicidio involuntario

Ahora mismo si te tuviera delante me gustaría abrazarte bien fuerte y sentir tu respiración en mi pecho. Humedecerte el cuello y ser por un instante almuerzo para tu boca. Pero no estás, ya no me quedan ni las huellas de tus zapatos. Me he apenado porque me cuesta recordar tu rostro. El tiempo actúa de asesino y la memoria se debilita. No deseo olvidar tus sabores ni el tacto de tus caderas. No quiero dejar de soñar con el estruendo de tu risa o la energía de tus labios.
Me opongo pero sucede y me duele.
El otoño desgarra las noches pasadas, coloreadas a cuatro menos e infinitos vendavales.
Soy la chica de la boina que de tanto esperar muere.

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