La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Refranes reinterpretados

A quien buen árbol se arrima, buena sombra le cobija.

Y ella permaneció eternamente debajo de aquel sauce precioso y elegante.
Se pasó la vida allí, quieta, sin nada que hacer.
Murió de pena y de soledad.

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