Del ruego al abandono. De los abrazos compartidos al sinsabor amargo y escrupuloso de los domingos apáticos y escurridizos. Y llorar lágrimas de acero para pudrirse por dentro. Tú me reconoces en los requiebros de mi alma, donde se disfraza indómita y soberbia. Duermevelas de cándidos colores y alas plenas. Mierda de vida con los acordes descosidos e imperfectos. La vida sepultada en tus raíces.
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