La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Nos cortaron los brazos


Sakountala

Del ruego al abandono.
De los abrazos compartidos al sinsabor amargo y escrupuloso de los domingos apáticos y escurridizos.

Y llorar lágrimas de acero para pudrirse por dentro.

Tú me reconoces en los requiebros de mi alma, donde se disfraza indómita y soberbia. Duermevelas de cándidos colores y alas plenas.

Mierda de vida con los acordes descosidos e imperfectos. La vida sepultada en tus raíces.

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