La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Para ti: mi bendición

He llegado a tu cuerpo y en él me encuentro segura, deseada, querida, amada, comprendida y apetecible. He llegado a tu cuerpo, me he tumbado y sonrío, porque te tengo.
En la multitud eres mi calma. Me rescatas con una sonrisa del agotamiento cotidiano y con un beso vuelvo a respirar energía y libertad.
Eres el hombro que me ha sustentado en los peores momentos de mi vida. Me has visto llorar y no te has asustado, al contrario, has permanecido a mi lado, con más ganas, con menos miedo y con un paquete de clinex enorme para que enjuagara mis lágrimas antes de besarme.
Eres el compañero con el que deseo compartir los mejores momentos de mi vida, como ya lo estamos haciendo. No dudo de la firmeza de nuestro cimientos ni de las fuerzas que juntos sacamos para seguir tirando adelante, para seguir caminando.
¿Sabes? Tienes el don de que los pequeños defectos que posees, los hacen desaparecer con la magia de tus gestos, de tus palabras y de tus abrazos.
¿Sabes? Te quiero desde hace más de dos años y no tengo ningunas gana de dejar de hacerlo.

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