La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Palabras sin dueño

Me gustaría decir que ahora escribo para alguien.
Antes, siempre el verbo hecho felcha se clavaba en un corazón.
Pero los corazones se exilian y yo vivo bien en esa situación,
plácida, tranquila y feliz.
No busco la herida de nadie, aunque algunos se empeñen en herirse con mis palabras.
Mi vida tiene mil secretos, como para que alguien que ya no me conoce se busque en mis escritos. Si es su antojo, se encontrará, pero no se hallará en mi conciencia. Es capricho estéril querer sangrar. La sangre ensucia y es difícil de limpiar.
Comprendo el afán de querer ser protagonistas de relatos épicos, pero no me pidan que yo dirija la obra. No hay guión, no hay vestuario y la subvención con la que contamos es mínima. ¡Haríamos una chapuza!
Yo voy a seguir escribiendo, les pido que ustedes no sigan sufriendo. No merece la pena.

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