Lejos,
allá donde quedó tu olor dibujado.
Sin enterarnos de que sería la despedida definitiva,
sin saber que ese beso furtivo nos perseguiría eternamente.
Extraños,
para que tus manos ya no reclamen mi cuerpo.
Indiferentes,
para que mis gritos no revuelvan tu corazón.
Decepcionados.
Ahora la vida carente de ritmo,
desperdiciendo callejuelas,
monótona y abandonada en las esquinas,
donde intercambian pasión por dinero.
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