La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

Formulas mal dictadas

Un dedo en un libro,
un dedo en la llaga.
Nubarrones para la memoria,
la lluvia amarilla dispuesta
a anegarlo todo: amores y rencores.

Tus manos en la barandilla,
tus manos en mi cintura
para detener la inercia
del odio desatado y desmedido
de tu boca a mi mejilla.

Pensé en desviar tus ataques,
pensé en comerte con perdices,
pensé en desvivir tus abrazos.

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