Dos tazas en la bandeja del desayuno,
dos tazas que se hicieron sangrantes pedazos.
Cuatro cubiertos que ya no reflejan los movimientos de nuestras bocas compartiendo el mismo manjar.
Sólo hay una servilleta sin rastro de tu olor,
no estás pidiéndome un sorbo de lo que soy en mi vaso.
Nuestros platos los cocino en la soledad que reside en los fogones.
El reloj de la cocina se paró aquel día en el que nos negamos más dulces para derramarlos en nuestros cuerpos.
Lo cotidiano se ha vuelto impar,
Me sobran muchas cosas, compañero.
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