El día que volvamos a encontrarnos, probablemente yo tendré el pelo más corto de lo que lo tenía la última vez que nos vimos. Quizás en esto coincidamos.
Espero que a los dos se nos ponga una inmensa sonrisa en la cara, esa sonrisas tan sinceras que durante tanto tiempo compartimos. Yo derrocharé nerviosismo y al principio se me hará sumamente complicado mirarte a la cara. Tú siempre reconoces esos momentos en los que la vergüenza de la enamorada visita mi rostro.
Después quizás paseemos, sin un rumbo marcado, sólo por el gusto de caminar, cerca y bien pegados. ¡Qué extraño, me he dado cuenta de que sólo se pasear contigo! Con el resto de la gente ando, casi corro.
Comeremos, con una linda y amena sobremesa, lanzaremos mil temas y debatiremos. Surgirá algún momento tenso que sobre todo tú sabrás solucionar. Yo me enfadaré un poco y tú harás para que vuelva a relajarme.
Haremos por que los cuerpos sea uno continuación del otro y me descubriré pensando que tengo delante a la mejor persona con la que me he topado en toda mi vida y que quiero disfrutar de eternas siestas con él.
Llegaremos a la conclusión de que el tiempo juega en nuestra contra, sabedores de que hay mil dificultades que no facilitan las cosas. El miedo, en momentos, hablará por nosotros, el miedo, el orgullo y todo ese ejército que no quiere que construyamos más sueños. Pero, si tengo suerte, pasado ese vendaval de estúpidos sinsabores, haremos por mirarnos a los ojos y decirnos lo que en el fondo sentimos, olvidando ese pasado que tantos moretones nos ha dejado.
Y puede ser que nos despidamos sin haber solucionado nada, pero tú habrás sabido que te amo. La cuestión ahora no es luchar para que compartas mis horas, sino que sientas que todas mis horas son tuyas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario