La punta de mi lengua

Lo dejé marchar y no me arrastró.

No dejes que huya

Déjame salir del zulo en el que me has metido,
hazme gritar,
oblígame a estrecharte entre mis brazos,
con pasión desgarrada
y risas sonámbulas.

No quiero conversaciones entre fogones,
no deseo manteles que guarden las distancias.
Sólo quiero una cama de 90 centímetros
(yo tengo una de esas)
para que obligatoriamente
desaparezca el espacio entre nuestros cuerpos.

¿Sabes?
Echo de menos la forma en que bebes café.

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