Llego de trabajar y voy directa al baño a recogerme el pelo con una coleta.
De repente, me encuentro con mi rostro en el espejo.
Nunca estuve tan fea, tan desgatada.
Y no es el tiempo el que me consume sino los disgustos, el no querer andar sólo pararme en seco y dejar que la desidia me arrastre.
Tengo los ojos hundidos, demasido peso para un cuerpo tan débil.
Me descubro marcas de tiempo mal invertido y doloroso,
me miro y no me gusto, llego hasta a repudiar ciertos gestos y matices.
1 comentario:
tendemos a culpar al espejo, por nuetsra desgastada vida...
mientras leía tu texto, se me venía a la cabeza la imagen de mi madre, cuando llegaba por la noches... estresada de tanto trabajo...
es la realidad, es la normalidad...
saludos.
Publicar un comentario